1. Izquierda
Unida rechaza el reconocimiento del diputado Guaidó como presidente de
Venezuela, puesto que el presidente legal y legítimo es Nicolás Maduro
Moros, presidente electo el pasado 18 de mayo de 2018 por más de 6
millones de votantes y con el 67% de los votos emitidos. En dichas
elecciones hubo más porcentaje de participación electoral sobre el censo
y más porcentaje de apoyo a Nicolás Maduro que la participación y apoyo
al ganador habido, por ejemplo, en las últimas elecciones
presidenciales de Estados Unidos, Colombia, Chile o Argentina. Por ello,
consideramos que no tiene sentido alguno la exigencia de elecciones
inmediatas, ya que dichas elecciones se produjeron el pasado mes de mayo
de 2018.
A juicio de IU, el presidente Sánchez ha cometido un
gravísimo error político al anunciar el reconocimiento como presidente
de Venezuela a un diputado que obtuvo 97.000 votos y que fue votado por
los venezolanos exclusivamente para ser diputado hace mas de dos años.
El presidente del gobierno pretende reconocer como presidente a un
diputado que se ha autoproclamado presidente en plena calle, sin ningún
proceso electoral mediante y sin que nadie le vote y faculte para ello.
Al
igual que la inmensa mayoría de países del mundo, Izquierda Unida
entiende que el Juan Guaidó no es más que un golpista civil que, al
dictado de los EEUU y la oligarquía venezolana, se ha prestado como
marioneta en un intento de golpe de estado que usurpe las funciones del
presidente legítimo y electo Nicolás Maduro. La detención de 40
militares venezolanos el día antes de la autoproclamación de Guaidó como
presidente abortó la parte militar del golpe, y dejó a Guaidó auto
recluido en la embajada de Colombia en Caracas de la que entra y sale.
2. Nicolás
Maduro fue elegido presidente de Venezuela en unas elecciones
democráticas y transparentes a las que se presentaron 4 candidatos
respaldados por más de 20 partidos de derecha e izquierda. Dichas
elecciones cumplieron todos los estándares internacionales de
transparencia y contaron con la presencia de más de 200 observadores
internacionales.
Los otros candidatos, Henry Falcón (20% del voto y
2 millones de votos), Javier Bertucci (10% del voto y 1 millón de
votos) y Ángel Quijada (solo 0,34% del voto), reconocieron los
resultados electorales y no presentaron impugnaciones ni reclamaciones
de fraude.
Sólo tres partidos de la derecha no se presentaron:
Alianza Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular, con el fin de
hacer una campaña de deslegitimación de las elecciones presidenciales
visto que su escaso apoyo popular les impedía obtener unos resultados
dignos. Estos tres partidos coordinan con EEUU desde entonces la campaña
mediática contra la Revolución Bolivariana y el intento de derrocar a
Nicolás Maduro.
3. Desde
1998 en que Hugo Chávez alcanzó la presidencia de Venezuela se han
celebrado en este país más de 20 elecciones entre presidenciales,
regionales y municipales. La derecha se ha presentado a ellas obteniendo
gobernaciones y ayuntamientos donde siguen gobernando. ¿Dónde está
entonces la dictadura? El presidente Sánchez tiene constancia de esto,
ya que ha habido observadores de todos los partidos políticos -incluido
del PSOE- en la mayoría de los procesos electorales aludidos.
4. Izquierda
Unida quiere denunciar la gravedad de este reconocimiento, a nuestro
juicio ilegal e ilegítimo, porque viola el derecho internacional. Ningún
país tiene derecho a la injerencia en los asuntos internos de otro país
a no ser que esta actuación sea acordada por el Consejo de Seguridad de
la ONU. Naciones Unidas en ningún caso se ha pronunciado sobre esta
necesidad ni sobre la ilegitimidad de Nicolás Maduro como presidente de
Venezuela y es por este hecho que, con normalidad democrática, el
embajador en la ONU nombrado por Nicolás Maduro asiste con normalidad a
las sesiones de esta organización. Incluso en la OEA fue rechazada la
moción de EEUU y del Grupo de Lima de reconocer a Guaidó como
presidente.
El presidente del gobierno español ha actuado como
cómplice de una injerencia foránea en los asuntos internos de Venezuela,
situándose con la minoría de países reaccionarios como el Grupo de Lima
y los EEUU que llevan meses preparando un golpe antidemocrático en
Venezuela.
5. El ultimátum
de 8 días dado por Sánchez al presidente Maduro para que convoque nuevas
elecciones es simplemente ridículo. Este hecho vuelve a situar a España
en la desastrosa política de Aznar que nos costó la perdida de toda
influencia política en América Latina a consecuencia de mantener la
llamada ‘Posición Común’ sobre Cuba, así como del bochornoso
reconocimiento en 2002 de otro golpista, Pedro Carmona, como presidente
de Venezuela.
Si Pedro Sánchez y Josep Borrell quieren ir dando
certificados de legitimidad democrática deberían fijarse en otros países
que sí son verdaderas dictaduras férreas y criminales como Guinea
Ecuatorial, o teocráticas y feudales como Arabia Saudita o Kuwait e
incluso Honduras, donde llevan encadenándose fraudes electorales desde
el golpe de estado que apartó al presidente Zelaya.
6. Izquierda
Unida opina que España no puede defender una política exterior de la UE
en América Latina subalterna a la marcada desde el Departamento de
Estado de los EEUU. La UE, y en especial España, debe mantener una
política exterior autónoma respecto a los EEUU especialmente en el caso
de Venezuela, donde a los EEUU sólo le interesa recuperar el control
perdido sobre un país asentado sobre la mayor bolsa de petróleo del
mundo. Quienes han armado guerras para controlar el petróleo en Libia o
Irak son los mismos instigadores de este golpe.
7. Con
esta lamentable y torpe actuación, el gobierno Sánchez ha dinamitado la
posibilidad de jugar un papel en América Latina que potencie el diálogo
y la negociación política entre las partes en conflicto en Venezuela.
Mediante las amenazas de invasión de EEUU y el clima prebélico animado
desde Brasil y Colombia (donde gobiernan partidos de ultraderecha) no se
resolverán los problemas de Venezuela, sino que sólo podrá conseguirse
animando a crear espacios de diálogo y negociación entre las partes como
por ejemplo han planteado en estos días los gobiernos de Uruguay,
México o Bolivia, así como venía haciendo el expresidente Rodríguez
Zapatero.
Por razones evidentes de historia y hermandad con los
pueblos latinoamericanos, el Gobierno español estaba en las mejores
condiciones para haber liderado ese papel, pero ha desaprovechado la
oportunidad en un error enorme de política exterior que tardará años en
olvidarse.
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